domingo, 2 de octubre de 2011

BJÖRK: Sonidos del espacio interior.




Uno de los discos más esperados el año: el regreso de esta genial artista islandesa que a sus 46 años no deja de demostrar su calidad y creatividad.

Sin lugar a dudas, Björk es una de las grandes supervivientes de los 90, una de las mejores artistas del rock de todos los tiempos, un ícono para una generación y una de las mentes más innovadoras dentro del arte del siglo 21.

Lejos ya de sus épocas con The Sugarcubes y después de su EP Mount Wittenber Orca (2001) junto con Dirty Projectors, Biophilia es apenas su octavo disco como solista en una carrera que abarca ya dos décadas, en las que ha consolidado su leyenda como una de las grandes figuras de la música contemporánea.

Siempre artística, experimental, extravagante y vanguardista, con este disco lanzó también una aplicación para dispositivos móviles y está trabajando en una puesta en escena en colaboración con Michel Gondry, en la búsqueda de una experiencia interactia y multimedia que vaya mucho más allá de la música.

Producido por ella misma, el álbum está inspirado en el parecido del espacio exterior con el mundo microscópico a nivel molecular; minimalismo electrónico, con compases inusuales y sonidos percusivos que crean el ambiente alrededor de la melodía y la fuerza interpretativa de su voz, cada vez más madura y controlada, como instrumento principal acompañada de coros, resultando en paiajes oníricos que de pronto se agitan como un trueno.

Una instrumentación siempre precisa e interesante, con algunos recuerdos de Philp Glass, Brian Eno, Aphex Twin o Amon Tobin, incorpora 10 instrumentos musicales nuevos fabricados expresamente para esta producción y los combina con elementos orgánicos (tradicionales) para crear un efecto futurista que, junto con el resto de su imagen, le dan un aire de ciencia ficción ecologista a toda la obra.

Un trabajo lleno de poesía, que con sólo diez canciones nos deja asombrados con su talento único para unir su expresión artística con la tecnología.

Abre el disco dulce como un rayo de luna con cuerdas en Moon, seguido de los sintetizadores góticos y el extraño sonido de la bobina de Tesla en Thunderbolt, y de la delicada y brillante agitación breakbeat de Crystalline, que termina con un jungle delirante como una ametralladora.

Cosmogony nos devuelve a la tranquilidad del espacio exterior, entre nebulosas y arreglos sinfónicos, que se vuelven una preciosa densidad en Dark Matter hasta convertirse en una pesadilla obsesiva en Hollow, mientras que en Virus el amor se convierte en juego de adversarios, como en el caso de una célula y un virus.

Sacrifice es una de las mejores canciones, rodeada de sonidos hipnotizantes entre cuerdas y campanas con súbitos pasajes de beats que irrumpen como partículas super-aceleradas; en Mutual Core de pronto baja al centro de la tierra como lava ardiendo debajo de placas tectónicas mientras canta “What you resist, persists” y explota de nuevo con más percusiones hipertecnologizadas

Solstice anuncia la llegada de la última estación con el mismo minimalismo con el que comenzó el disco pero con su voz al natural, directa, despojada de la teatralidad, para cerrar esta gran obra en la tierra,  cerca de nosotros.











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