lunes, 11 de abril de 2011

FOO FIGHTERS: Trayendo el rock duro a casa.






















Probablemente Dave Grohl jamás se quitará de encima la sombra de Nirvana, pero como banda, Foo Fighters han sabido encontrar un sonido característico.

Grohl ha sido, junto con Jack White y sus respectivas bandas y proyectos (Queens Of Stone Age, The Dead Weather, por ejemplo), punta de lanza de un movimiento que rescata el espíritu más rockero en una década en donde ha dominado el pop, la música electrónica, la sofisticación del post rock y la estética emo.

Wasting Light, el séptimo disco de esta banda que no editaba nada desde el 2007, contiene once canciones con toda la fuerza del hard rock post grunge, con ese habitual ímpetu que les caracteriza, pero ahora más eléctricos, más ruidosos y más finos, con canciones más poderosas y cuerdas más afiladas.

Grabado en Australia, Holanda, Irlanda y Alemania, cuenta con la participación en algunos de los temas de viejos amigos como Bob Mould (Sugar) o Krist Novoselic (Nirvana). Además, la producción de Butch Vig (Garbage) garantiza una buena dosis de actitud en estado puro.

Más allá de reinventarse, afinan su propuesta, una sutil evolución o por lo menos intentan (y consiguen) componer algunos grandes temas que vuelven a colocarlos como una de las bandas americanas más importantes de los últimos 15 años.

La abridora Bridge Burning y piezas como Rope o Back & Forth son de esos temas típicos que hicieron famoso el estilo de la banda, y temas como Dear Rosemary o Arlandia figuran unos riffs precisos que se mezclan con los coros en las melodías en un equilibrio

White Limo adquiere un sonido sorprendentemente metalero, como lo demuestra el video, que cuenta con la participación del mismísimo Lemmy de Motorhead haciendo de chofer (como siempre, conduciendo a una banda). En cambio, These Days es una canción más tranquila, más pop, más parecido a sus inicios, aunque con ese toque más guitarrero que tiene todo el álbum.

A Matter Of Time y Miss The Misery regresan a la estridencia y el ritmo frenético, oscuro, directo y sin concesiones, mientras que I Should Have Known baja un poco la furia y permite la entrada de armonías más ricas y ambientes más tranquilos, sin dejar de lado las guitarras, como aquellas grandes bandas de los 70, para cerrar el disco con toda la energía con Walk.

Uno de los mejores trabajos de estos luchadores incansables dispuestos a demostrar que el rock duro no sólo no ha muerto, sino que todavía tiene muchas cosas interesantes que aportar.










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