miércoles, 9 de noviembre de 2011

ATLAS SOUND: El nieto soñado del mayor Tom.



Una personalidad inquieta e incansable vuelve bajo la identidad de un semi-diós para traernos música inspirada en la ciencia ficción.

Atlas Sound es el proyecto solista de Bradford Cox, uno de los alias de este músico americano de la ciudad de Atlanta, mejor conocido por su trabajo con Deerhunter.

Parallax, su tercer LP, llega dos años después del celebrado Logos (2009) y luego de que hace unos meses lanzara una colección de demos a través de su blog llamada The Bedroom Databank, en donde demuestra que no necesita a nadie para producir música prodigiosa.

Indie y dream pop melancólicamente sicodélico, experimental y lo-fi, que consigue crear ambientes que nos transportan a la realidad intimista de un extranjero crónico, un alienígena observador, separado de todo lo demás.

Cox es admirador declarado de Stereolab y en este disco se nota también un poco la herencia del Sonic Youth tardío o de Yo La Tengo. Producido por Cox con la colaboración de su productor habitual Nicholas Vernhes, muestra una inclinación por el sonido vintage y se reinventa en el punto medio del dream pop y el folk rock de la época hippie, con influencias de Buddy Holly y el rock californiano de los años 60, fusionado con el dream pop al estilo de Animal Collective o Panda Bear.

Quizás desde la portada del disco nos esté explicando su cambio estético a favor de la lírica como eje conductor de su propuesta, acercándose al crooner más por su actitud nostálgica y por su postura artística que por contar con una banda.

Menos experimental y más pop, con más guitarras y piano y menos sintetizadores. Deja atrás el shoegaze para mirar a las estrellas con un concepto de ciencia ficción en el que la música flota junto con su lánguida voz a través de las galaxias y las nebulosas en una galería de formas y colores del espacio exterior.

Abre rítmico y suavecito con The Shakes y Amplifiers, para dar paso a Te Amo, el anticipado primer sencillo, que despliega armonías y sonidos de arpa al estilo de Björk, con una composición y arreglos muy interesantes, mientras que Parallax regresa a los sonidos de ensueño con paisajes mediterráneos, que se vuelven líquidos en Modern Aquatic Nightsongs.

Mona Lisa es el prototipo de la canción indie pop del nuevo milenio, correcta, delicada y preciocista. Praying Man tiene más actitud, aunque es más parecida a una versión ligera de Fountains de Deerhunter y Doldrums se desvanece en el ambient minimalista, casi etérea, como una brisa en la playa al anochecer.

Angel Broken regresa a la guitarra rítmica con una melodía sutilmente infecciosa, seguida por Terra Incognita, por mucho la mejor pieza del álbum, fina y envolvente, un tema de 6 minutos y medio que nos atrapan en un cuadro que Flagstaff termina de decorar de forma instrumental. Lightworks es otra extraordinaria canción que despierta de nuevo con sonidos retro del “mersey beat” y cierto aire a Pixies, para cerrar el disco con la experimentación ambiental de Quark partes 1 y 2.

Un disco muy fino, con buenas canciones; un trabajo que definitivamente está entre lo mejor de este prolífico músico y que, aunque no llegará a ser un clásico excepto entre sus seguidores, vale mucho la pena escuchar.










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