jueves, 3 de noviembre de 2011

LOU REED + METALLICA: Un ejercicio estilísitico arriesgado e inusual.



Un artista de Nueva York y una banda de California que llegaron al siglo 21 por caminos muy diferentes, se encuentran y se arriesgan a producir un disco impensable.

Todo comenzó en 2009, con un concierto con motivo del 45 aniversario del salón de la fama, durante el cual Lou Reed y Metallica interpretaron juntos una extraña versión del clásico Sweet Jane de Velvet Underground.

Esta inesperada colaboración se materializa ahora en Lulu, un polémico álbum que ha sido tanto amado como vilipendiado por la crítica y el público general, al grado de nombrarlo uno de los peores álbums del rock de todos los tiempos. Sin embargo, los músicos de Metallica han declarado que para ellos fue todo un reto que les obligó a salir de su zona de comfort, mientras que Reed parece feliz por el resultado conseguido. Solo por tal polémica, vale la pena escucharlo.

A cualquiera que este álbum le parezca extraño, tiene que recordar que, de hecho, en varios álbums de Reed éste ya había coqueteado con sonidos distorsionados y saturados de guitarras y ambientes oscuros, pesados y duros mientras él recitaba sus versos, mientras que a Metallica durante su carrera le ha faltado poco para convertirse en los Lady Gagas del heavy metal, demostrando ambos un evidente desprecio a las críticas u opiniones que cualquiera pudiera tener acerca de sus rumbos creativos, quizás porque los que ahora codendan esta obra son los mismos que señalaban la falta de riesgo en otros trabajos de estos artistas.

La intención de Reed con esta insólita sociedad era adaptar la obra del dramaturgo alemán Frank Wedekind, en la que describe a una joven bailarina de gran atractivo sexual, su ascenso social y su caída en la pobreza y la prostitución. Dentro de este contexto, los temas del álbum abordan diferentes escenas y pensamientos de este personaje de forma por demás gráfica y explícita.

El trato es muy sencillo: Reed aporta el concepto y las letras y los metaleros le proveen de una poderosa base rockera, en un ejercicio estilístico bastante arriesgado y por demás inusual, ya que a la poesía y al heavy metal muy raramente se les ve juntos.

Musicalmente, por momentos la banda de San Francisco vuelve a sonar con un estilo conceptual, como en el Master Of Puppets y otros discos de esa época, mientras el viejo rockero (que, siendo una leyenda, no tiene nada que perder) rejuvenece con el experimento, dándose la oportunidad de divertirse y compartir guitarrazos de primer nivel con su lírica atonal y su bizarra forma de entender del rock.

Claro que hay muchas cosas criticables en el disco. Por ejemplo, hay un desequilibrio patente en la potencia de la voz de James Hetfield comparada con la de Reed. Pero el punto es que nadie quiere competir. A fin de cuentas, se trata de colaborar en una obra que, sin ser narrativa, une los recursos de la música y la literatura para contar el punto de vista de un personaje de ficción a través de cada pieza.

Brandenburg Gate abre las puertas del disco con referencias al cine de terror de los años 20: “I would cut my legs and tits off / when I think of Boris Karloff and Kisnki / in the dark of the moon”, para después explotar en una poderosa descarga de rock. The View continúa un poco más densa y pesada y Pumpin Blood tiene un final con una fuerza frenética y poesía delirante; en Mistress Dread se lanzan a velocidad máxima y en Iced Honey se relajan con un ritmo más tranquilo y constante.

Se toman un largo respiro con Cheat On Me (uno de los tres temas de más de once minutos), en el que Reed toma la batuta con una estructura y arreglos que recuerdan mucho su disco Magic & Loss. Frustration se tambalea entre diferentes movimientos y Little Dog vuelve a la tranquilidad sin dejar el ambiente oscuro

Dragon me parece la mejor muestra de la intención en cuanto a su experimento, con un balance perfecto entre la cascada voz de Reed y el rock duro de Kirk Hammet y compañía, mientras que Junior Dad cierra el disco con una fina pieza de 20 minutos en la que, aplicando el principio de “menos es más”, logran crear una atmósfera perfecta de armonías que nos dejan flotando en el aire.

Un disco pesado en toda la extensión de la palabra: más de una hora y media de música que puede o no ser del gusto de los fans de la música alternativa y el heavy metal, pero definitivamente no es un disco apto para principiantes ni puristas.










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