4. DEERHUNTER, HALCYON DIGEST
Un cuarteto de la escena independiente americana de Atlanta, Georgia, que regresa después de una pausa de dos años con su cuarto album de estudio.
Indie rock, dream pop, post rock o emos, llámenle como quieran, de cualquier forma jamás habrá etiquetas suficientes para catalogar las nuevas y diversas formas musicales del siglo 21.
Sicodélicos en la onda de Animal Collective o MGMT o melancólicos, con ese puntito retro al estilo de Glasvegas, Deerhunter se ha hecho un nombre debido a su persistencia en su extraño sonido, moderno, arriesgado y poco convencional. (No por nada los proyectos paparelos Atlas Sound, del vocalista Bradford Cox, y Lotus Plaza, del guitarrista Lockett Pundt, van por estos mismos caminos creativos).
La producción de Halcyon Digest es eficiente, por no decir suficiente, dejando que la instrumentación luzca por si misma sin muchos artificios.
Abren con espíritu experimental con Earthquake. Muestran su espírutu más indie y folk en Don’t Cry o Coronado y sus influencias de Stereolab en Memory Boy, o de Sonic Youth en Desire Lines o Fountain Stairs. Se ponen nostálgicos en Sailing, Basement Scene o Helicopter, para cerrar magistralemente con He Would Have Laughed, una pieza casi minimalista y armada al estilo de las canciones de Arcade Fire, que es en realidad un homenaje al fallecido Jay Reatard.
Desire Lines es una canción escrita por Pundt, una de las dos en las que figura en las vocales.
Deliciosa e inclasificable música que expone las inquietudes emocionales de una generación que busca encontrarse a sí misma lejos de las convenciones habituales.
5. CRYSTAL CASTLES, CRYSTAL CASTLES
Ethan Kath y Alice Glass, el productor y la vocalista. Los dos de Toronto, Canadá. Él con sus sintetizadores y cajas de ritmos, ella con su actitud punk y desafiante. Dos personajes de la generación rave perdidos en el tiempo, como si al acabarse la fiesta hubieran decidido seguirla por su cuenta.
Se hacen acompañar por Christopher Chartrand en la batería durante las presentaciones en vivo, lo que les da un poder muy particular. Sin complicarse demasiado, le ponen a su segundo disco el mismo nombre que el primero, que es en realidad el nombre de la banda, Crystal Castles.
Sin mucha promoción, se han convertido casi instantáneamente en una banda de culto, con giras mundiales, presentaciones en festivals y abriendo para grandes nombres.
Música electronica experimental y lo-fi. Por momentos bizarros y arriesgados, en general melancólicos y oscuros, pero de pronto se ponen bailables y ligeros, creando un paisaje general que resulta interesante y jamás aburrido.
Grabados en diferentes locaciones no convencionales, este album resulta una producción casera pero compleja, con temas directos y sin pretensiones. Ruidos y detalles a cada momento, estimulantes y provocadores, que nos recuerdan a Justice y la escuela francesa, junto con blips y sonidos que parecen sacados de aquellos videojuegos de 8 bits.
Fainting Spells, Year Of Silence pasan de las distorsiones al dance con una sutileza admirable. Baptism, Birds o Pap Smear son piezas que van directamente a la pista de baile. Y llegan a los extremos en Violent Dreams, etérea y ensoñadora, en contraste con Doer Doer, su momento más punk, electroclash y salvaje.
Hace unos meses lanzaron una version de I’m Not In Love con Robert Smith como colaborador de lujo.
Un trabajo que demuestra que la nueva tendencia no es la mega producción de millones de dólares y la distribución por medio de grandes corporaciones, sino el talento, el trabajo fino y los medios electronicos para darse a conocer.
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