Siempre me han dado pena los grupos “one hit wonder”. Después de saltar a la fama mundial, normalmente desaparecen y jamás se vuelve a saber de ellos, a menos que roben un banco, caigan en una desgracia o aparezcan de pronto en algún artículo sobre “¿Dónde están ahora?”.
Pero Peter Morén, Bjorn Yttling y John Eriksson no están dispuestos a ser relegados al olvido.
Esta banda sueca se dejó escuchar en todo el mundo gracias a Young Folks, mejor conocida como “la canción del silbido”, en la que figuraba Victoria Bergsman en la voz. Era su tercer disco de estudio y, desde entonces, habían lanzado otros dos LPs, con un éxito mediano.
Sin embargo, este 2011 regresan con Gimme Some, su sexta producción. Un álbum más atrevido, mejor producido, más acelerado y tan indie como siempre, demostrando que aún hay vida después de la fama para este trío de músicos de Estocolmo.
Destaca el protagonismo de las guitarras y esos beats profundos de la batería, con influencias de bandas los 80 y 90, desde Joy Division o The Cure hasta Stone Roses o Oasis, pasando un repaso al punk americano más emblematico, como Los Ramones, Iggy Pop o Violent Femmes. Más rockeros y más clásicos, quizás menos experimentales que sus anteriores producciones, pero más coherentes.
Abren el disco contundentemente con Tomorrow Has To Wait unos riffs sorprendentes sobre un ritmo casi marcial y siguen con Dig A Little Deeper, una canción animada y caribeña al estilo de Vampire Weekend, pero con su toque personal.
Second Chance, (Don’t Let Them) Cool Off o Lies son sencillas pero poderosas composiciones capaces de hacernos levantarnos del asiento, mientras que May Seem Macabre o Down Like Me tienen todo el aroma Madchester, un poco más pop, pero con una calidad incuestionable en la interpretación.
Con el espíritu punk de la vieja escuela, Eyes y Black Book son más directas y estridentes, breve y al grano, rápidos para enganchar y para terminar, como puede apreciarse en el video de Breaker Breaker, el primer sencillo, en donde frenéticamente acelerados y en sólo 1 minutos y 36 segundos, consiguen una pieza digna de admiración.
Finalmente, sin bajar la guardia, cierran a todo gas con I Know You Don’t Love Me, una magnífica pieza en la que el bajo nos va conduciendo hasta ese lugar en donde terminan los buenos discos y nos dejan con ganas de escuchar un poco más.
Esperemos que la carrera de esta banda continúe encontrando nuevos caminos para explotar su talento y, quién sabe, quizás repetir algún día el éxito que los dio a conocer. A fin de cuentas, el que persevera, alcanza.
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